Hay jinetes de luz en la hora oscura
Juan Orellana | 08 de septiembre de 2017
François Ozon, de larga trayectoria (Frantz, Una nueva amiga, Joven y bonita…), se ha convertido últimamente en el niño bonito de la intelectualidad progresista europea, y sus películas siempre son recibidas con rendidos elogios y sesudos análisis por parte de ciertos medios, críticos de cine y festivales. En este caso, Ozon adapta libremente una novela de Joyce Carol Oates, que nos cuenta la historia de una chica frágil de 25 años, Chloé (Marine Vacth) que se enamora de su psicoterapeuta (Jérémie Renier), el cual parece albergar un inquietante secreto.
El amante doble (**)
L’amant double Francia, 2017 Director: François Ozon Guion: François Ozon y Philippe Piazzo Duración: 107 minIntérpretes: Marine Vacth, Jérémie Renier, Jacqueline Bisset
Casi todos los dramas psicológicos en el cine tienen necesariamente algo de tramposos, como la reciente Animales nocturnos o la clásica Vértigo de Hitchcock. La cuestión es si, una vez desvelada la trampa, el espectador queda satisfecho o más bien tiene la sensación de que en cierta medida le han tomado el pelo. En ese sentido, El amante doble se queda en la tierra de nadie de la perplejidad, aunque es tan densa de contenido, que el espectador entiende que, al margen de la trampa, hay mucha tela que cortar. Pero este film tiene más ingredientes que complican la cuestión. Al drama psicológico se añade el thriller erótico, enormemente explícito en escenas tórridas, y que consigue que los conflictos psicológicos se enrollen sobre sí mismos invadiendo lo patológico, en la estela de algunas cintas de David Lynch o de Roman Polanski. Incluso no faltan aderezos de cine de terror, como en la escena de la visita de Chloé a Sandra, u otros más bizarros que recuerdan a Almodóvar, como los planos del interior el útero. El cóctel que resulta de tantos ingredientes amargos es digerible para críticos sesudos y amantes del Festival de Cannes, pero muy indigesto para el gran público que busca historias de más fácil identificación y más agradables al paladar.
Pero realmente ¿de qué trata la historia? De una mujer que vive un vacío brutal, y que según sus palabras, se siente incapaz para el amor. Eso le genera una sintomatología psicosomática que le hace confundir lo real con lo imaginario, y es ahí donde al director se le abre la veda de todo tipo de trampas. El trasfondo es profundamente psicoanalítico y puede resultar asfixiante, ya que la libertad de los personajes parece excesivamente devorada por la fuerza de las pulsiones y pasiones ocultas. En este sentido la película es muy francesa, con una antropología muy ligera -a la vez que oscura- , casi indolente, a caballo entre el relativismo moral y el nihilismo existencial. El título hace alusión a los desdobles de personalidad, en la línea del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que en realidad se refiere al lado oscuro que habita dentro de cada ser humano, y que la tradición judeocristiana llama “pecado original”, expresión poco cool. Chloé tiene un amante “bueno” y otro “malo”, aunque a veces se pueda pensar que es la misma persona. Ozon sabe tejer muy bien con esos hilos y tiene mucha fuerza visual, pero sus productos difícilmente salen de las fronteras del “cine de autor” especial para espectadores encantados de considerarse intelectuales.
Técnicamente el film es brillante, no solo en las interpretaciones de Marine Vacth y Jérémie Renier, a las que se agradece el breve añadido de la gran Jacqueline Bisset, sino en la puesta en escena, fotografía y música. Un envoltorio excelente para una patata caliente que quema y poco más. Algunos críticos alaban su planteamiento turbador. Correcto. Película ideal para el que quiera ser turbado. Un Ingmar Bergman posmoderno de baja intensidad.