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Cultura

Echanove y Quevedo se reencuentran en los «Sueños»

Santiago Taus | 18 de abril de 2017

Cultura

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Gerardo Vera dirige la versión libre de esta obra maestra del barroco a la que considera “un informe semanal del siglo XVII” y un retrato muy vigente de la crisis de la España de los Austrias.

FICHA TÉCNICA

Sueños, de Francisco de Quevedo

Teatro de la Comedia

Calle Príncipe, 14

Hasta el 7 de mayo de 2017

Entrada: De 4 a 24€

Sitio web

Se embarcaron en el desbordante proyecto de adaptar Los Hermanos Karamazof y fue un éxito. Ahora, con el regusto de Dostoyevski aún entre los labios, casi el mismo elenco, dirigido por Gerardo Vera y con Juan Echanove como protagonista, se ha atrevido con Sueños, de Quevedo. Se trata de un desafío monumental, no solo por su barroquismo o por la gran cantidad de personajes, sino especialmente porque, tratándose de un autor de la genialidad de Quevedo, cualquier mínima modificación que se pueda hacer sobre el texto original corre el inmenso riesgo de enfangar su perfección más que de aportar algo innovador. Es un ejercicio que, a juicio del autor de esta versión, José Luis Collado, “parecía algo casi imposible”. La Compañía Nacional de Teatro Clásico nunca antes había llevado a Quevedo a escena y el resultado final ha sido una obra loable en muchos aspectos, pero que queda impregnada toda ella por la incapacidad de hacer algo a la altura de la obra del poeta o que se le parezca.

El poeta áureo vuelca en estos cinco sueños toda su amarga repulsión hacia la casi totalidad de los estamentos de la España del XVII. El sueño del juicio final, El alguacil endemoniado, Sueño del infierno, El mundo por de dentro y Sueño de la muerte son los cinco discursos dirigidos a su mecenas, el conde de Lemos, en que el autor –con una evidente intención moralizante- relata una serie de sueños en los que presencia escenas casi apocalípticas y aprovecha para describir y denunciar los vicios y defectos de todo el que se cruza en su onírico camino. Arremete, armado de la sátira y su ingenio, contra una turba de personajes que van desde Judas o Mahoma hasta médicos, boticarios, príncipes, letrados y prostitutas.

El poeta áureo vuelca en estos cinco sueños toda su amarga repulsión hacia la casi totalidad de los estamentos de la España del XVII

El texto guarda evidentes parecidos con otras obras clásicas, como La Divina Comedia o El Criticón, pero cualquier lector podrá apreciar una originalidad y un humor fino e hiriente del que solo Quevedo es capaz -si no Góngora- y que de ningún modo desmerece al texto como tratado filosófico de calado moral.

A propósito de sus Sueños, dijo Quevedo “más he querido atreverme que engañarme” y lo mismo han hecho José Luis Collado y Gerardo Vera. Antes que engañarse y embarcarse en el imposible proyecto de adaptar fielmente el texto de Quevedo, han optado por atreverse a construir una nueva obra que no estuviese totalmente sometida al texto original.

El principal reto consistía en unir los cinco sueños en una sola obra mediante una trama coherente y que fuese capaz de atrapar al espectador. En este sentido, han optado por encuadrar los Sueños dentro de una narración biográfica de los últimos días de vida del poeta en los que vuelve a él el recuerdo de esos textos que escribió en su juventud y con ellos el tropel de miedos, inseguridades y culpas que preceden a la muerte. En este sentido, la línea argumental es tan frágil que parece que esté de más. Vera no logra guiar al espectador de un sueño a otro siguiendo un camino lógico, por lo que la percepción final es la de haber asistido a una larga serie de escenas muy evocadoras y sugerentes, pero que guardan solo una tibia conexión entre sí.

En esta nueva versión, el poeta en su lecho de muerte y cargado de remordimientos se vuelve hacia los Sueños que escribió en su juventud

Uno de los mayores méritos del director es lograr recrear de manera impecable el ambiente que se respira en las páginas de los Sueños, fomentando una atmosfera grotesca y laberíntica, caótica en muchos casos, y que logra trasladar al espectador a ese infierno quevediano. Sin embargo, mientras que Quevedo logra hacer brotar la risa una y otra vez con su sátira, Vera y Collado han optado por construir una versión totalmente gris y trágica, carente de humor y de las amargas carcajadas que son tan propias en la burla barroca.

Por otra parte, es precisamente este dramatismo el que consigue hacer relucir a Juan Echanove en su interpretación de Quevedo. Ya encarnó al escritor áureo en 2006, en la película Alatriste, de Agustín Díaz Yanes, y ahora vuelve a calarse las gafas, la cojera y las mil enfermedades que atormentaban al escritor en sus últimos años para ofrecer una actuación llena de pasión y tremendamente conmovedora. Echanove es capaz de retratar como nadie la angustia existencial que trasluce en algunos de sus poemas más famosos. Es también destacable la actuación de Óscar de la Fuente, que interpreta al diablo con una gestualidad truculenta y con bastante humor, consolidando la atmósfera infernal que tan bien congenia con aquella que imaginó Quevedo.

Cuéntame cómo acabó. La serie agota sus líneas argumentales

cuentameCuéntame cómo pasó es ya historia de España. La serie acumula 18 temporadas desde que se estrenó el 13 de septiembre de 2001. Una longevidad inusual que se traduce en el agotamiento de sus principales líneas argumentales.

En definitiva, se trata de una propuesta que, como versión de una obra de Quevedo, aporta más bien poco. Por no malograr el texto original, José Luis Collado ha optado por marcar las distancias y construir una obra en la que apenas se reconoce la mano de su autor. Sin embargo, es de reconocer el interés que tiene como una obra transversal a los Sueños, donde podemos descubrir geniales interpretaciones y unas reminiscencias muy sugerentes y originales de un clásico de nuestras letras. Al salir del teatro, uno bulle en deseos de reencontrarse con una de las obras más fascinantes del barroco y una crítica moral muy vigente hacia una sociedad corrompida.

Imagen de portada: Juan Echanove y Marta Ribero durante la obra ‘Sueños’ | Javier Naval
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