Hay jinetes de luz en la hora oscura
José Luis Velayos | 05 de abril de 2018
La familia es una realidad permanente, de la que forman parte el varón y la mujer y también hijo/s y familiares cercanos. Hoy día, se consideran otros tipos de familia, llamando a la verdadera familia “familia tradicional”. ¿No es este un concepto sesgado, dando normalidad a algo que, sea o no frecuente, no es lo correcto? Aunque no es lo mismo, salvando las distancias y sin pretender ofender, es casi como equiparar a Cristo y a Barrabás. La familia no es “tradicional”, es sencillamente familia.
Son lesivos para la familia hechos como el divorcio, el aborto, la violación, el llamado “matrimonio homosexual”, la pederastia, etc.
Hoy día, se da una gran difusión en los medios de comunicación a los abusos sexuales. El riesgo que conlleva la información excesiva y exhaustiva es el de provocar un incremento de las acciones abusivas. Es algo comprobado por los sociólogos.
Son atentados al ser humano, a su dignidad, a su libertad y a la propia libertad del que abusa, pues tales actos debilitan su libertad. Atentar contra el cuerpo es atentar contra la persona, pues el cuerpo es personal; es una injusticia y es una acción que puede marcar a la víctima para toda la vida.
En los abusos sexuales se trata a la persona como un objeto que se utiliza caprichosamente. En el abuso sexual no hay amor; no hay donación. Es egoísmo puro.
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Benedicto XVI alertó en su primera encíclica contra la cosificación desenfrenada del ser humano que se impone a causa del relativismo: “El hombre considera ahora el cuerpo como la parte solamente material de sí mismo que utiliza y explota de manera calculada (···). Nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano que ya no es la expresión viva de la totalidad de nuestro ser sino que se encuentra como relegada al ámbito puramente biológico (···). El ser humano se convierte en una simple mercancía”.
El núcleo accumbens, situado en las regiones más anteriores del cerebro, es una estructura que provoca la formación de dopamina, sustancia que se incrementa en los actos de violencia sexual. Su estimulación en animales produce placer; su lesión, un estado comportamental impulsivo. Es parte del llamado sistema límbico, conjunto de estructuras cerebrales que tienen relación con el mantenimiento de la vida del individuo y de la especie, así como con lo emocional y los procesos de memoria. El virus de la rabia produce lesiones en este sistema, provocando comportamientos violentos y ataques irracionales. Forman parte también del sistema límbico la amígdala cerebral, el hipocampo, zonas del tálamo, etc.
La amígdala cerebral, en el interior del polo del lóbulo temporal del cerebro, es mayor en los varones que en las mujeres, respondiendo más rápidamente en aquellos ante estímulos eróticos visuales, lo que explica en gran parte las diferencias entre ambos sexos. Una lesión de la amígdala provoca una hipoemocionalidad, hipersexualidad, hiperoralidad (los animales con estas lesiones están continuamente lamiendo los objetos): se han descrito casos de madres con lesiones de la amígdala y que descuidan a los hijos e incluso pueden ser agresivas con ellos; se trataría más bien de una lesión que excita la amígdala cerebral, ya que experimentalmente, en animales, su estimulación provoca miedo y agresión.
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La parte posterior de la ínsula (zona del cerebro situada profundamente, en la confluencia de los lóbulos frontal, parietal y temporal) se activa en la situación de deseo sexual.
Y en cuanto a las sustancias hormonales, hay que mencionar la serotonina, la oxitocina (segregada en las zonas del hipotálamo que regulan el ambiente hormonal sexual), dopamina (ya mencionada), etc.
No existen estudios precisos sobre el tema, pero hay que pensar que, en el caso de la violación, debe de ponerse en marcha un juego de activaciones-inhibiciones de diversas estructuras cerebrales, entre ellas, especialmente las mencionadas.
Y no solo se activan los núcleos referidos, sino otras zonas del cerebro. Es un hecho que ocurre en cualquier actividad humana, ya que la persona es una unidad y todo lo que ocurre mentalmente, intelectualmente, espiritualmente, tiene un componente corporal, material: la mano que da una limosna no es caritativa, sino la persona que realiza ese acto; la mano del asesino no es la que asesina, sino el ser humano al que pertenece esa mano; es la persona la que viola; es la persona la violada.
Se podría pensar, en base a lo que aquí se ha descrito, que el hombre no es libre, que su actuación está determinada neuralmente. Todo hombre es capaz de los mayores errores y horrores. Pero no es así: el ser humano puede frenar, superar las tendencias inferiores; es cuestión de voluntad, de educación, de formación y de ponerse humildemente en manos del Todopoderoso y de la Madre de Dios.