Hay jinetes de luz en la hora oscura
Javier Pérez Castells | 16 de enero de 2018
Vamos hacia un mundo globalizado, abierto las 24 horas de los 365 días del año. Todo tiene que funcionar siempre y tiene que estar abierto siempre. Una de las consecuencias de esta exigencia de la sociedad actual y de la competitividad global es que aumenta enormemente el número de personas trabajadoras que lo hacen en turnos de fin de semana y noche. En particular, en España se calcula que el 7,4% de la población activa, aproximadamente 1,3 millones de personas, se dedica a trabajar de noche o en turnos que incluyen a veces la noche. En el Reino Unido esta cifra sube hasta los 3,5 millones y son más de 15 millones los norteamericanos que trabajan total o parcialmente por la noche.
Estas cifras no van a hacer más que crecer, puesto que ya no solo se estima imprescindible que funcionen los servicios esenciales “de guardia” de policía, urgencias sanitarias, bomberos y demás, sino que cada vez hay más fábricas que funcionan 24 horas, servicios sanitarios no urgentes que abren, consultas hasta horas muy tardías, equipos de diagnóstico que se utilizan en ritmos de 24 horas, etc., además de toda la industria del ocio. Nos preguntamos, como continuación del artículo que dedicamos al sueño en el Debate de hoy, qué influencia tiene sobre la salud de las personas trabajar durante largos años a la contra de lo que es habitual: ¿es un hecho inocuo o puede tener efectos negativos para la salud?
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Lamentablemente, las noticias no son buenas. Trabajar de noche es perjudicial para la salud y hay varias funciones que se ven afectadas por invertir el ciclo circadiano natural. Resumiremos algunos estudios recientes que señalan riesgos concretos. Los hay más rigurosos y más o menos fiables, pero lo cierto es que todos apuntan en la misma dirección y, en conjunto, no pueden estar equivocados. El efecto más habitual del trabajo nocturno es la disminución global de horas de sueño. Aunque el mito de las ocho horas diarias de sueño ya cayó hace tiempo y la media en los adultos de los países occidentales está en torno a seis horas y media al día, las personas que trabajan por la noche no llegan a alcanzar las seis horas de media. Una de las posibles causas de esta diferencia es que se ha detectado un nivel más bajo de serotonina en estos trabajadores, lo que podría impactar en el sueño.
Hay estudios que apuntan a un aumento de aproximadamente un 10% en la incidencia de la diabetes entre las personas que trabajan en turnos de noche. Este aumento se ha relacionado con la modificación de la actividad de la insulina y quizá en esta línea está también la mayor incidencia de la obesidad, tal y como publicó recientemente la revista Science Translational Medicine. En cuanto a la obesidad, se señala como posible causa, además de las variaciones en los niveles de insulina, la disminución de la producción de leptina, que es la hormona encargada de regular el peso. Otro estudio, este publicado en el International Journal of Cancer, señala un aumento del riesgo de contraer cáncer de mama para las mujeres con trabajos nocturnos. El aumento del riesgo es especialmente acusado en mujeres que no han tenido ningún embarazo, posiblemente por la maduración incompleta de las células mamarias, que las hace más susceptibles al impacto del cambio en el ritmo circadiano.
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Trabajar de noche aumenta el riesgo cardiovascular, según un meta-análisis de 34 trabajos. En esta revisión, realizada sobre población canadiense, se concluye que los trabajadores nocturnos tienen un 7,3% más de posibilidades de sufrir un accidente vascular. En particular, el incremento del riesgo es de un 7,0% para el infarto de miocardio. Finalmente, diversos trabajos relativos a la salud mental apuntan a que el trabajo por turnos supone un mayor riesgo de desarrollar o agravar trastornos de estado de ánimo y enfermedades mentales, sobre todo en personas vulnerables.
Por otra parte, un estudio realizado también sobre población canadiense reflejó un sostenimiento del número de accidentes laborales en turnos de noche, mientras que las medidas de seguridad y legislativas habían hecho descender los siniestros en el conjunto de la población activa. Se teme que la alteración de los patrones normales del sueño pueda causar somnolencia o fatiga, que puede conducir a un mayor riesgo de lesiones en el trabajo. Posiblemente esto aplica más a trabajadores por turnos que cambian de horario y no están tan adaptados a trabajar de noche como los que siempre tienen horario nocturno.
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Parece claro que romper con el reloj natural que todos tenemos en nuestro cerebro y que controla el ciclo circadiano es muy complejo. Este mecanismo lo constituyen unas pocas neuronas del núcleo supraquiasmático. Se encargan de detectar el ciclo del día y la noche para preparar nuestro cuerpo para el sueño cuando la luz decae y para la actividad cuando comienza el día. Este reloj biológico trabaja en muchos campos. Por ejemplo, regula la producción de enzimas hepáticas preparadas para digerir alimentos o la frecuencia cardiaca en función de la actividad esperable. Así, si comemos algo en plena noche, tardaremos aproximadamente tres veces más en digerirlo, porque nuestras enzimas no esperan que llegue alimento a esas horas.
Trabajar de noche es una situación con la que muchas personas están encantadas, porque les permite disfrutar de algunas cosas durante el día que están vedadas a los trabajadores normales y les gusta vivir por la noche. Pero no podemos dejar de advertirles que a largo plazo esto puede tener un precio para su salud. Hay algunas investigaciones en marcha que intentan encontrar modos de interferir en el funcionamiento del reloj biológico, algo así como manejar un interruptor del sueño. Pero mientras los científicos se afanan en ayudar al creciente número de personas que trabajan de noche, algunos consejos pueden servirles para mitigar los efectos nocivos: en primer lugar, es esencial lograr preparar el cuerpo para el descanso cuando el día comienza. Se recomienda tomar un baño relajante, comer algo antes de acostarse, cuidar la temperatura de la habitación para que esté a unos 21°, sin superar por mucho ni por poco este valor, y preocuparse de que el dormitorio esté completamente a oscuras. Además, están los consejos que también son habituales para personas con insomnio, como evitar el café, bebidas gaseosas y demás estimulantes, no beber alcohol antes de acostarse y ser también riguroso con la rutina, los horarios de comida y descanso.