Hay jinetes de luz en la hora oscura
Javier Pérez Castells | 17 de octubre de 2017
Entre los nuevos hallazgos sobre el cerebro humano llama mucho la atención el de las denominadas neuronas espejo. Fueron descubiertas de forma casual en primates por investigadores italianos en los años 90. En el grupo del profesor Giacomo Rizzolatti, en Parma, observaban qué neuronas se activaban ante determinadas acciones. Los monos del laboratorio estaban siendo estudiados mediante electrodos implantados en su cerebro. Con asombro, se dieron cuenta de que había grupos de neuronas que se activaban no solo cuando el mono realizaba la acción, por ejemplo, atrapar un objeto con la mano, sino también cuando el mono veía a un ser humano realizar esa misma acción. El fenómeno se repetía ante diferentes actividades, como la de pelar un plátano o cascar una nuez: los monos poseían grupos de neuronas que se activaban al observar o escuchar cómo otros realizaban una acción y también cuando la llevaban a cabo ellos mismos. Estas neuronas fueron bautizadas como neuronas espejo.
Lo primero que se pensó es que las neuronas espejo tenían que ver con procesos de aprendizaje de acciones complejas, porque permitían al sujeto adoptar el estado mental del individuo cuya acción se quería aprender y emular.
Con el tiempo, se ha visto que el ser humano podría poseer también neuronas espejo. De hecho, serían mucho más sofisticadas y flexibles que las de los monos y entroncarían con la actividad social del hombre. Su función, en opinión de algunos científicos, podría estar relacionada con la capacidad de entender las emociones y sentimientos de otros. La empatía no sería, pues, un proceso de raciocinio conceptual sino una activación directa, más emocional, de una zona cerebral. Se han encontrado neuronas espejo en zonas de actividad cerebrales como el córtex premotor, el área motora suplementaria, el córtex primario somatosensorial y el córtex parietal inferior.
Las neuronas espejo, te explicamos cómo se activan.https://t.co/fA9kcj9VlN#cerebro #neurología #Salud pic.twitter.com/qX8qaCamEl
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Un interesante ejemplo de cómo funcionan las neuronas espejo tiene que ver con el contacto físico. Las zonas cerebrales que tienen actividad cuando nos tocan distintas partes de nuestro cuerpo se pueden activar también al ver cómo otra persona es tocada en la misma zona. No ocurre siempre, sino solamente si estamos fijando nuestra atención en la otra persona. Aunque nuestro cerebro se ilumine y se activen esas zonas ante la visión de otra persona siendo tocada, nosotros no nos confundimos pensando que nos están tocando a nosotros, porque nuestros receptores de la piel no detectan el contacto. Sin embargo, si la zona de contacto está anestesiada en nuestro cuerpo o si el contacto ocurre en una extremidad que tenemos amputada, entonces sí que verdaderamente lo percibimos como si nos tocaran a nosotros. Las personas amputadas frecuentemente sienten dolor procedente de su miembro amputado. Es el denominado dolor del miembro fantasma. Son difíciles de tratar y se ha visto que el dolor se alivia si el paciente observa cómo a otra persona le dan un masaje en ese mismo miembro.
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La observación de fenómenos tan sorprendentes como el mencionado ha disparado todo tipo de especulaciones más o menos justificadas acerca de las neuronas espejo.
Se habla de comprender el proceso de aprendizaje de los niños, la reacción de la gente con los deportes, con el arte, la música y cómo se desarrolla la empatía ante la violencia, así como el comportamiento diferenciado de hombres y mujeres ante la pornografía. Las neuronas espejo serían un potente mecanismo de transmisión de cultura entre generaciones, facilitando su adquisición a los niños por observación directa.
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Disparamos las mismas neuronas que el futbolista que lanza un balón, aunque no lleguemos a hacer el movimiento. Podemos sentir lo mismo que él cuando falla o cuando marca, porque activamos los mismos circuitos neuronales, empatizando con él de forma automática. También sentimos un escalofrío cuando vemos una araña trepar por la pierna de otro, porque se disparan nuestras neuronas espejo.
Se ha relacionado el autismo con la posibilidad de que las neuronas espejo no funcionen correctamente. Las personas autistas distinguen en los demás sentimientos de tristeza o enfado y pueden imitar los gestos que los expresan, pero sin acompañarlos de ningún sentimiento propio. Conocen la expresión de los demás, pero desconocen el sentimiento porque no lo experimentan.
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La comprensión del mecanismo de las neuronas espejo puede ayudar a los psicoterapeutas a empatizar con los sentimientos de sus pacientes y a conseguir trasmitirles nuevos puntos de vista acerca de sus vidas que les ayuden a mejorar.
Con todo, el entusiasmo por las neuronas espejo no es universalmente compartido. El problema con las neuronas humanas es que no son tan fáciles de monitorizar individualmente. En monos se pueden realizar estudios con electrodos colocados en el cerebro, situación que solo se puede hacer con humanos en caso de que la implantación de electrodos tenga como fin el tratamiento de enfermedades graves como la epilepsia. La resonancia magnética funcional, que se está convirtiendo en una herramienta esencial en el estudio del cerebro, sí que muestra zonas del mismo que se iluminan cuando el sujeto observa a otra persona al realizar una acción, si bien no informa individualmente acerca de cada neurona. Se está convirtiendo en la técnica más potente para este tipo de estudios. Pero queda mucho camino y debemos ser cautos en sacar conclusiones. En palabras del psicólogo Christian Jarrett: “Las neuronas espejo son un descubrimiento emocionante e intrigante, pero cuando se mencionan en los medios se debe recordar que la mayor parte de la investigación sobre estas células se ha realizado en monos. Hay muchos tipos diferentes de neuronas espejo y todavía estamos tratando de establecer con certeza si existen en los seres humanos y cómo se comparan con las de los monos. En cuanto a la comprensión de la importancia funcional de estas células… que no nos engañen: el viaje acaba de comenzar.”