Newsletter

El Debate de hoy

Hay jinetes de luz en la hora oscura

  • Portada
  • Política
  • Internacional
  • Economía
  • Educación
  • Sociedad
  • Familia
  • Cultura
  • Historia
  • Ciencia
  • Tecnología
  • Enfoques
  • El Astrolabio
  • Entrevistas
  • Pódcast
  • Viñetas
  • Especiales
C
Ciencia

La homeopatía, el placebo que no sirve

Javier Pérez Castells | 04 de abril de 2017

Ciencia

¡A vacunarse sin miedo! Conversaciones sobre eutanasia Tirar la comida Jacinto Bátiz: «Los cuidados paliativos son un derecho de todos» Logística de la vacunación Blas Bombín: «Las adicciones van a más porque nuestra sociedad cada vez es más frágil»

¿Cómo es posible una industria tan enorme carente de todo soporte real? ¿Una industria que vende humo o, mejor dicho, el azúcar más caro del mundo? Quizá porque se vende como una terapia natural. Los presuntos medicamentos homeopáticos apenas contienen principio activo, por tanto, son trozos de azúcar.

Las pseudociencias o falsas ciencias son las afirmaciones presentadas como científicas pero que no siguen un método científico válido por no poder ser comprobadas de forma fiable o no ser falsables. Esto último se refiere al principio propuesto por Karl Popper según el cual solo debe considerarse científica la teoría que pueda ser contrastada intentando refutarla mediante un contraejemplo. Las pseudociencias se caracterizan por afirmaciones vagas, contradictorias y exageradas. Sin embargo, constituyen el típico ejemplo de entelequias persistentes, es decir, cuentan con cierto arraigo popular que fomenta que mucha gente haga oídos sordos ante las evidencias que las desmienten y siga aferrada a ellas con argumentos tales como: “sí, pero a mí me funciona”. homeopatía

La homeopatía y las “chuches” . Los ataques del ministro Pedro Duque a las pseudociencias

El ser humano tiene una fuerte tendencia a buscar confirmación en vez de refutación y a continuar con creencias que le den tranquilidad. Es importante señalar que en la pseudociencia existe un engaño premeditado, pues se presenta bajo el paraguas de prestigio y solidez que da el método científico, creándose argumentos en los que se mezclan verdades de la ciencia con deducciones que la exceden para hacer más atractivo y fiable el mensaje. Algunas de estas pseudociencias desembocaron en el pasado en auténtica ciencia y el mejor ejemplo de ello es la alquimia. Fue esta una práctica que combinó elementos de lo que hoy es la química, la metalurgia y la física con algo de astrología, misticismo y espiritualismo, pero que para algunos fue precursora y origen de la química moderna. Sin embargo, nos dejó un residuo que ha llegado hasta hoy revestido de aroma a pureza, ecologismo con ciertos toques de rebeldía antimultinacional. Me refiero a la homeopatía, una creencia que hunde sus raíces en el siglo XVIII. Su fundador,  Samuel Hahnemann, expuso entonces su doctrina de “lo similar cura lo similar”, que sostiene que una sustancia que cause los síntomas de una enfermedad en personas sanas curará lo similar en personas enfermas. Este señor decía esto en 1796, el mismo año en que Jenner creó la primera vacuna contra la viruela. Da la sensación de que, influido por el descubrimiento de Jenner, escuchó campanas sin saber bien de dónde llegaban y pensó que también los venenos y tóxicos que producían enfermedades podrían curarlas. Para evitar los efectos indeseados de estos agentes tóxicos, determinó la necesidad de administrarlos muy diluidos, incluso afirmando que, a mayor dilución, serían más eficaces (cuidado con olvidar sus pastillas, ¡no vayan a fallecer de sobredosis!).

La homeopatía tuvo una primera edad dorada en el siglo XIX y luego fue languideciendo, acosada por las críticas desde el mundo científico y la absoluta falta de pruebas de su eficacia (nadie, ni entonces ni ahora, ha presentado un estudio que cumpla requisitos estadísticos válidos que demuestre su eficacia). Sin embargo, hacia los años setenta del siglo XX, la homeopatía resurge de sus cenizas y se hace popular de nuevo acompañada por los movimientos new age, en los que encaja como la mano en un guante. Muchas empresas reconocieron la oportunidad de negocio y multiplicaron sus ventas de productos homeopáticos. Aunque resulta difícil encontrar datos de facturación del mercado de la homeopatía, solo en Estados Unidos esta industria vendió posiblemente más de 6.000 millones de dólares en 2012.

¿Cómo es posible una industria tan enorme carente de todo soporte real? ¿Una industria que vende humo o, mejor dicho, el azúcar más caro del mundo? Quizá porque se vende como una terapia natural. Los presuntos medicamentos homeopáticos apenas contienen principio activo, por tanto, son trozos de azúcar. Y, menos mal que es así, los venenos más potentes que se conocen son sustancias naturales y algunos de ellos están en las preparaciones homeopáticas. Por ejemplo, la belladona homeopática, que se vende como remedio contra el dolor. Es una planta altamente tóxica, la ingestión de un par de bayas es letal. James Randi, un luchador en contra de la superchería y el engaño, suele tomarse un frasco entero de bolitas de este fármaco en sus conferencias delante del público como muestra de lo absurdo de todo el montaje. Y, por supuesto, no hay efectos secundarios, el azúcar no suele producirlos…

También se juega con la idea del tratamiento integral del paciente, denostando los sistemas de salud que despachan a los pacientes rápidamente y sin entender sus males en conjunto, mientras que los homeópatas les dedican más tiempo y sus remedios son más baratos. Se olvida la complicada senda que un fármaco real debe seguir para ser aprobado (unos 10 años y 2000 millones de euros), mientras que los remedios homeopáticos no deben pasar ningún control de eficacia ni aportar evidencia alguna que pudiera corroborar sus milagrosas afirmaciones terapéuticas. En general, gozan de libertad de afirmar que pueden tratar o curar enfermedades específicas. Esto último está empezando a cambiar. El pasado mes de diciembre de 2016, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos anunció que los remedios homeopáticos, al igual que los medicamentos, deben proporcionar «pruebas científicas competentes y fiables» de todas afirmaciones sobre su capacidad de tratar condiciones específicas. De no ser así, los productos homeopáticos tendrán que llevar una etiqueta que indique que no hay evidencia científica de que el producto funciona y que las alegaciones se basan solo en las teorías de la homeopatía del siglo XVIII, que no son aceptadas por la mayoría de los expertos médicos modernos.

La homeopatía y el efecto placebo

No se trata de prohibir el acceso a los tratamientos homeopáticos. Cada cual puede comprar lo que desee, por absurdo que le parezca a otras personas. Se trata de evitar engaños. Sin embargo, la tarea no va a ser fácil. La homeopatía está muy extendida, se utiliza en muchos países, es recetada por médicos, se vende en farmacias y la consume mucha gente. Las personas hacemos asunciones constantemente. Si veo un señor con bastón, pienso que tiene cojera; si lleva gafas, asumimos que ve mal sin ellas; pero es posible que en ambos casos use estos complementos por estética, por juego o por confundirnos. Y mucha gente se engaña al ver un mercado tan desarrollado. En algunos países, incluso se financian productos homeopáticos a través del sistema de salud pública. Suele coincidir con aquellos que tienen potentes industrias de homeopatía, como Francia o Alemania. En el Reino Unido se ha retirado la financiación, a raíz de un informe del Parlamento Británico que denuncia la ineficacia de estos productos. En España también hay lobby pro homeopatía y la reacción de nuestras administraciones ha sido poco rigurosa y algo deprimente en muchos casos. Hemos visto declaraciones a favor de la homeopatía de algún parlamento autonómico, como el de Canarias, la creación de cátedras y de cursos sobre homeopatía en varias universidades públicas y el titubeo de casi todos los partidos políticos en sus posturas frente a este tema.

En definitiva, casi nadie compraría una cerveza homeopática (una gota en un litro de agua), ni creería que se le iba a quitar el dolor de cabeza bebiendo un vaso del agua de un estanque al que hubiera caído una aspirina. Pero se sigue vendiendo homeopatía y muchas veces parece funcionar. ¿Cómo explicar esto? Lo más lógico es pensar en el efecto placebo. Un efecto placebo en ocasiones autoinducido. Compro el remedio sabiendo en el fondo que no sirve, pero dejo a mi subconsciente trabajar a ver si hay suerte y funciona. Y es que un placebo a veces hace maravillas.

más
Ciencia

«Gracias por llegar tarde». Cómo vivir en la era de la aceleración

Pablo Muñoz Díaz

Ciencia

Alergia primaveral: consejos para un problema de narices Seres humanos editados genéticamente «Brexit»: ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio ¿Nuclear? No, gracias Ambiente obesogénico: más allá de las calorías

El Debate de hoy

  • Quiénes somos
  • cookies
  • aviso legal
  • política privacidad rrss
  • suscríbete
© 2021 El Debate de Hoy
El sitio web utiliza cookies propias y de terceros para recopilar información que ayuda a optimizar su visita a sus páginas web. No se utilizarán las cookies para recoger información de carácter personal. Si continúas navegando consideramos que aceptas su uso.
Encontrará más información en nuestra Política de Cookies.