Hay jinetes de luz en la hora oscura
Javier Pérez Castells | 15 de marzo de 2017
Durante el día, el cielo debería ser azul. Sin embargo, en muchas ciudades y últimamente en Madrid, sobre todo si se mira desde lejos, tiene un colorcillo rojizo al que llamamos boina y que nos hace arrugar la nariz. Pocos saben que ese color rojo es idéntico, y tiene la misma causa, que el que vemos en los atardeceres, que encontramos enormemente bello. El color del cielo depende de la dispersión de la luz antes de llegar a nuestra retina.
Si el trayecto que recorren los rayos del sol a través de la atmósfera es relativamente corto, como sucede en las horas centrales del día, la dispersión es escasa y el color que nos llega corresponde con longitudes de onda de más alta energía predominando el color azul. Recordemos que el espectro visible es tan solo una pequeña ranura del espectro electromagnético. Los rayos con más energía corresponden a los colores azul y violeta (y más allá de nuestra capacidad visual estaría el ultravioleta), mientras que los de más baja energía son los rojos (por debajo de los cuales están los infrarrojos).
Durante el día, el cielo debería ser azul. Sin embargo, en muchas ciudades y últimamente en Madrid, sobre todo si se mira desde lejos, tiene un colorcillo rojizo al que llamamos boina
Al atardecer y, debido a su inclinación, el recorrido de los rayos de sol es mucho más largo y los fotones tienen que chocar con muchas más moléculas de aire antes de llegar a nuestros ojos, tendiendo a dispersarse más la luz y a aparecer frecuencias más cálidas y próximas a las tonalidades rojizas.
Si añadimos la presencia de aerosoles, es decir, partículas en suspensión, la dispersión se hace más acusada y el color del atardecer es más bello, más rojo. De ahí que haya una leyenda urbana que dice que en las ciudades los atardeceres son más bonitos porque tenemos más contaminación. Lo de la boina de Madrid es como un atardecer artificial permanente y es curioso cómo un mismo fenómeno, en ocasiones, nos exalta nuestros receptores de la belleza y, en otras, nos hace sentir algo de repugnancia pensando que tenemos sobre nosotros un aire contaminado.
Entre los contaminantes del aire, los que más afectan a la salud humana son los óxidos de azufre y de nitrógeno. Al quemar combustibles fósiles, combinamos con el oxígeno del aire todo lo que haya en el motor
Entre los contaminantes del aire, los que más afectan a la salud humana son los óxidos de azufre y de nitrógeno. Al quemar combustibles fósiles, combinamos con el oxígeno del aire todo lo que haya en el motor o en la caldera correspondiente. El petróleo acarrea frecuentemente compuestos de azufre que también se oxidan y producen óxidos que tienen un efecto nocivo sobre la salud.
Sin embargo, tratamientos adecuados de desulfurización de los combustibles han conseguido que la producción de óxidos de azufre haya disminuido más de un 33% en los últimos 20 años, al menos en Estados Unidos. El otro componente de la contaminación son los óxidos de nitrógeno y proceden de la oxidación del nitrógeno del aire, con lo cual es muy difícil quitárselos de encima. De los numerosos posibles óxidos de nitrógeno, el más popular es el óxido nitroso, óxido de nitrógeno I, es decir el NO2. Un gas que tiene color rojo y resulta bastante tóxico.
Tratamientos adecuados de desulfurización de los combustibles han conseguido que la producción de óxidos de azufre haya disminuido más de un 33% en los últimos 20 años, al menos en Estados Unidos
El problema del óxido nitroso para el medio ambiente es que se hidrata para formar ácido nítrico y, por tanto, contribuye a la lluvia ácida. Para los humanos, una vez respirado, se difunde en el líquido epitelial pulmonar, reacciona con nuestros lípidos y produce especies reactivas de oxígeno que provocan broncoconstricción, inflamación de las vías respiratorias, reducción de la respuesta inmune e incluso efectos cardíacos.
Como siempre ocurre con los tóxicos, hay que distinguir entre la exposición aguda a concentraciones muy altas, cuestión que solo puede suceder en fábricas o laboratorios, y la exposición prolongada a bajas concentraciones. En el primer caso, a partir de 10 o 20 ppm de concentración, se puede sentir irritación de la nariz y la garganta y, si la concentración llega a 100 ppm, se puede producir la muerte por asfixia. Por cierto, que el otro día vi cómo en un conocido programa de televisión manejaban óxido nitroso con mucha alegría y sin ningún tipo de protección.
Como siempre ocurre con los tóxicos, hay que distinguir entre la exposición aguda a concentraciones muy altas, cuestión que solo puede suceder en fábricas o laboratorios, y la exposición prolongada a bajas concentraciones
Por otro lado, está la exposición a concentraciones bajas, pero durante mucho tiempo, que sería la que padecemos los ciudadanos. Se ha correlacionado el aumento de casos de asma en lugares donde la concentración de óxido nitroso es más alta. La cuestión es que las reglamentaciones que determinan los límites de concentración de NO2 varían de un país a otro. Por un lado, se marcan límites a picos puntuales y, por otro, se establece un límite de exposición prolongada en un año.
En Estados Unidos, el nivel máximo de NO2 es de 100 ppb (partes por billón o microgramos por m3) durante una hora y de 53 ppb de media anual. La Unión Europea ha adoptado un valor límite horario de 200 ppb, que no podrá ser superado más de 18 horas al año. En Japón, utilizan un promedio diario máximo de 75-113 ppb.
Una red de trasporte público no contaminante, peatonalización de algunas calles, fomento del coche híbrido y eléctrico y de la bicicleta… son cambios menos espectaculares pero mucho mejores que poner patas arriba la ciudad
La superación de estos límites abre escenarios con restricciones de tráfico que, en general, dan resultados pobres y generan enormes trastornos a la población y la economía. Mucho más eficaz es ir introduciendo medidas definitivas que cambien la forma de moverse por la ciudad.
Una red de trasporte público no contaminante, peatonalización de algunas calles, fomento del coche híbrido y eléctrico y de la bicicleta… son cambios menos espectaculares pero mucho mejores que poner patas arriba la ciudad de un día para otro para lograr un alivio escaso de una situación relativamente puntual.