Hay jinetes de luz en la hora oscura
Javier Pérez Castells | 27 de septiembre de 2017
Hace unos meses, nos referíamos en un artículo dedicado a Big Data a sus probables aplicaciones en el campo de la salud y la prevención de enfermedades. El incremento de la capacidad de recogida, almacenamiento y tratamiento de datos puede ayudar a realizar mejores diagnósticos y prescribir tratamientos personalizados. Sin embargo, las nuevas herramientas informáticas también pueden derivarse hacia aplicaciones destinadas a personas sanas, de cara a perfeccionar su estado físico y avisar de posibles riesgos. El concepto está tomando forma y ha recibido la denominación de bienestar científico.
La idea vendría a ser a la siguiente: en un mundo en el que la recopilación de datos, su almacenamiento y su computación no tendrá prácticamente límites, la monitorización personal de parámetros vitales que puedan tener aunque sea la más mínima influencia en la salud o el bienestar parece posible. El análisis automático de cualquier pequeña variación en dichos parámetros indicaría el preludio de cambios. Quizá el aviso de una inminente molestia, fatiga, probabilidad de cambio de humor o, en el peor de los casos, el inicio de la transición hacia la enfermedad. Una vez informados de las alteraciones en nuestros valores habituales, podríamos actuar a la hora de planificar nuestra tarea diaria, nuestro descanso, alimentación y el nivel de estrés que nos conviene aceptar. bienestar científico
Es una aplicación del Big Data en el campo de la salud, pero que no está destinada a personas enfermas o con riesgo de estarlo, sino a personas perfectamente sanas. Recientemente, se ha publicado en la revista Nature biotechnology un estudio denominado «100 wellness project». El trabajo consistió en recoger datos de salud de 108 individuos durante 9 meses, comenzando por el genoma y continuando por diversos análisis y pruebas clínicas. Se realizó un análisis individual del metaboloma, que es la concentración y presencia de distintos metabolitos y moléculas en los fluidos. También del proteoma, análisis que identifica la presencia de distintas proteínas en los tejidos, y del microbioma, que constituye el conjunto de bacterias que conviven en nuestro organismo.
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— Genética Médica News (@mgenomica) September 14, 2017
El siguiente paso fue evaluar, a partir del genoma, los riesgos de contraer determinadas enfermedades. Riesgos relativos a enfermedades cardiovasculares, cáncer, etcétera. Después, se buscaron correlaciones entre la presencia de determinados metabolitos, proteínas o microorganismos con el aumento de dicho riesgo o la transición hacia estas enfermedades que se pretenden evitar. En el campo de la metabolómica hay ya muchos datos fiables que correlacionan estados patológicos con la presencia de determinados compuestos químicos en los fluidos. Algunos de estos trabajos proceden de centros españoles, como el CEMBIO de la Universidad CEU San Pablo. Por ejemplo, el riesgo genético de contraer la enfermedad inflamatoria intestinal correlaciona inversamente con la presencia en el plasma del aminoácido cisteína. Otro ejemplo es la presencia de gamma glutamil-tirosina, un derivado de un aminoácido que está conectado con analitos que predicen posibilidad de una enfermedad cardiometabólica.
En definitiva, como se va monitorizando la composición de varios fluidos corporales prácticamente en tiempo real, las alteraciones en la composición del metaboloma o del proteoma podrían indicar que se está uno acercando a la transición hacia una enfermedad. Esto permitiría actuar sobre estilos de vida, alimentación o la toma de algún fármaco que permita devolver al sistema al estado habitual. Se dispondría de una especie de alarma precoz que nos anunciaría el aumento de probabilidades de contraer las enfermedades para las cuales estamos más inclinados por nuestro genoma. Nos permitiría llevar a cabo pequeñas actuaciones en nuestra vida para volver a rebajar la situación de riesgo.
De momento, el asunto ha creado cierta controversia. Algunos opinan que es demasiado pronto para lograr un beneficio real con el uso de estas tecnologías, teniendo en cuenta que el servicio sigue siendo muy caro. Hay varias compañías privadas detrás de ello que, lógicamente, quieren comenzar a vender su producto y hay quien piensa que todavía es demasiado prematuro y los datos que se recogen no son tan relevantes. Se dice que no existe un conocimiento suficiente de las correlaciones entre metabolómica y las demás ómicas y los estados de salud. Aunque las herramientas informáticas y de análisis ya parecen tener un desarrollo suficiente, los aspectos clínicos deberán avanzar más para que la idea del bienestar científico sea realmente útil. Como ocurre con tantos otros avances tecnológicos, los pioneros que se atrevan a usarlo quizá reciban poco a cambio de su dinero, pero será cuestión de tiempo que estas nuevas tecnologías nos vayan alcanzando a todos.