Hay jinetes de luz en la hora oscura
Manuel Llamas | 03 de enero de 2018
El interesado alarmismo que alimentan determinados partidos políticos en torno a la contaminación de las ciudades y el correspondiente eco que genera en los medios de comunicación acaban trasladando a la opinión pública una imagen completamente distorsionada e irreal acerca de este problema. Se facilita, así, la adopción de ciertas medidas restrictivas, especialmente en materia de tráfico, que, además de resultar de todo punto inútiles para reducir la polución, son muy lesivas, ya que generan importantes inconvenientes a miles de conductores.
Algunas de las intervenciones del Plan A de calidad del aire. Commpromiso en la lucha contra la contaminación https://t.co/OzBmzudaXx
— Ahora Madrid (@AhoraMadrid) July 20, 2017
Uno de los casos más paradigmáticos que existen en España es, sin duda, el relativo al Ayuntamiento de Madrid, cuya alcaldesa, Manuela Carmena, ha declarado la guerra al coche mediante la aplicación de un estricto protocolo medioambiental por el cual, según las mediciones de contaminación, se reduce el límite de velocidad de 90 a 70 km/h en las vías de entrada a la capital, se prohíbe aparcar en el centro de la ciudad y, en última instancia, se impide circular en el área interior de la M30 a todos los vehículos cuya matrícula acabe en número par, en días impares, y en número impar, en días pares. La radicalidad de estas medidas podría hacer pensar a muchos que el aire de Madrid resulta poco menos que irrespirable, a imagen y semejanza de lo que sucede en algunas grandes urbes industriales, como Pekín, pero nada más lejos de la realidad.
Madrid, a diferencia de lo que pretende hacer creer la filial municipal de Podemos, es una de las capitales más limpias de Europa. Para empezar, cabe recordar que España ocupa hoy el puesto 33 del mundo en cuanto a calidad del aire, siendo así uno de los países con menos contaminación atmosférica del mundo. En el caso concreto de Madrid, si se observan las partículas de polución en suspensión, cuyo tamaño oscila entre 2,5 y 10 µm (1 micrómetro corresponde a la milésima parte de 1 milímetro), la capital de España es la cuarta ciudad más limpia de Europa, tan solo superada por Tallin, Lisboa y Dublín, en el caso de PM10, y por Estocolmo, Tallin y Helsinki, en PM 2.5.
Fuente: Organización Mundial de la Salud
Asimismo, si se amplía un poco la perspectiva temporal, llama la atención la favorable evolución que ha registrado la calidad del aire de Madrid en los últimos años. No en vano, según las propias mediciones oficiales del ayuntamiento, la concentración de partículas más pequeñas ha bajado casi un 40% en la última década.
Fuente: Ayuntamiento de Madrid
Las PM10, por su parte, también han caído un 30%.
Fuente: Ayuntamiento de Madrid
La presencia de Dióxido de Azufre (SO2) en el aire de Madrid ha descendido un 25% desde 2007.
Fuente: Ayuntamiento de Madrid
Y lo mismo sucede con los Óxidos de Nitrógeno (NOx) y el Dióxido de Nitrógeno (NO2), tras caer entre un 30% y un 20%, respectivamente, en los últimos diez años.
Fuente: Ayuntamiento de Madrid
De hecho, si se retrocede algo más en el tiempo, la medición de NOX y PM en el aire de Madrid ha registrado una reducción de entre el 80% y el 90% desde principios de los años 80. Y no es algo exclusivo de España. En general, todo Occidente, donde el capitalismo está más desarrollado, ha experimentado una evolución similar, lo cual demuestra que, a mayor libertad económica, mejor desempeño medioambiental. La población de los países ricos respira hoy un aire mucho más limpio que el existente décadas atrás y la razón no es otra que los avances tecnológicos, ya que los coches consumen y contaminan mucho menos.
Las restricciones al tráfico, por el contrario, no son medidas eficaces. Reducir la velocidad a 70 km/h, por ejemplo, incrementa el consumo de gasolina al elevar las revoluciones del motor por el hecho de tener que emplear marchas más cortas que a 90 km/h. Además, en los coches más modernos, las emisiones de NOX permanecen casi invariables en el rango de velocidad que va de 60 a 90 km/h, según los datos de los fabricantes, de modo que dicha limitación carece de sentido. La prohibición de aparcar en el centro, por su parte, tampoco resuelve nada, puesto que, tal y como admitió en su día el propio ayuntamiento, pese a que el número de coches aparcados en la almendra central desciende cerca de un 80% cuando se activa esta restricción, la densidad del tráfico apenas baja un punto. Y todo ello sin contar que buena parte de la contaminación no procede de los vehículos, sino de los sistemas de calefacción. Como resultado, decenas de miles de conductores se ven perjudicados sin que ello suponga ninguna mejora sustancial en la calidad atmosférica.
La contaminación, por tanto, no es más que una excusa para intensificar la guerra contra el coche por motivos puramente sectarios e ideológicos. Frente a las absurdas, ineficaces y contraproducentes restricciones que aplica Carmena en Madrid, el avance tecnológico, mediante la producción de vehículos cada vez menos contaminantes, y el surgimiento de nuevos usos de transporte privado, como el caso de Uber, Cabify, Car2go y demás aplicaciones de coche compartido mejoran de forma sustancial el tráfico y la eficiencia circulatoria, contribuyendo con ello de forma mucho más útil a la calidad ambiental que las políticas prohibicionistas.