Carmen Sánchez Maillo
Doctora en Derecho por la USP CEU. Profesora Adjunta de Teoría del Derecho. Secretaría Académica del Instituto de Estudios de la Familia.
Nuestras sociedades posmodernas y tecnificadas son tan hipócritas y débiles que no protegen al más débil e indefenso: un embrión enfermo.
La condición de mujer está radicalmente unida al privilegio y la responsabilidad de custodiar la vida de otro. El concepto expuesto por la ministra de Igualdad resulta trasnochado, victimista y poco o nada femenino ni feminista.
Deseamos que pase pronto el tiempo de coronavirus, principalmente para que no mueran ni enfermen más personas, pero también para poder abrazar a nuestros amigos, para comportarnos con naturalidad, para vernos y tratarnos a «cara descubierta».
Millones de familias, sin distinción de clase o pertenencia política, han sentido la necesidad de proteger a los mayores, de tomar medidas excepcionales y paliar su debilidad.
La pornografía está haciendo estragos en la sociedad. Un fenómeno que crea adicción no puede ser dejado de lado o considerado como un bien de consumo más.
El confinamiento parece un nuevo huésped, una nueva circunstancia que no es posible descartar que se repita, pero en la que tanto padres como hijos hemos percibido el privilegio que es vivir en familia.
En la reproducción asistida, conocer los orígenes biológicos plantea un escenario en el que el derecho del hijo debe prevalecer frente al del donante de material genético.
Esa violencia desatada en menores y jóvenes, que incrementa año tras año las estadísticas criminales, parece responder al tributo que exige el falso ídolo del sexo.